El Neoclasicismo
A principios del siglo XVIII habrá una sucesión de reyes, pero será durante el reinado de Carlos III cuando se abordarán grandes mejoras características del espíritu ilustrado imperante. Este periodo recibe el nombre de Siglo de las Luces, en el que se pretende examinar la totalidad del conocimiento humano a la luz de la razón. El movimiento que representa este afán de modernizar la sociedad según criterios racionales recibe el nombre de Ilustración. La ideología ilustrada se manifestó además en un modo de gobernar caracterizado por los rasgos siguientes:
- Absolutismo (“todo para el pueblo pero sin el pueblo”).
- La educación de los súbditos se considera objetivo prioritario (didactismo).
- Búsqueda de una mejora sustancial en las condiciones de vida del pueblo, para ello se acometen reformas y se fundan numerosas instituciones (Real Academia Española).
El gobierno centralizado y absolutista de los Borbones se proyectó también en el ámbito de las letras y las artes, dando lugar al Neoclasicismo. Surge entonces el deseo de someter a reglas la actividad creadora. Reaparece la figura del preceptista literario, que vuelve sus ojos a la Antigüedad, de la que extrae un conjunto de normas a las cuales se deben ajustar los escritores: son las Artes Poéticas. En España tuvo gran influencia la Poética de Ignacio de Luzán; en ella se fijan los principios básicos de la literatura neoclásica: verosimilitud, sometimiento a la razón, finalidad didáctica, separación de los géneros literarios y, en el teatro, respeto a las unidades de tiempo, acción y lugar.
La lírica propia del siglo XVIII se desarrolla en torno a una serie de tendencias:
Poesía ilustrada o didáctica: pretende erradicar el vicio y la ignorancia, su manifestación más popular fueron las fábulas de Felix María de Samaniego con Fábulas morales (La lechera) y Tomás de Iriarte con Fábulas literarias (El burro flautista).
La poesía anacreóntida recibe su nombre del poeta griego Anacreonte, autor de composiciones de ambiente pastoril, en las que se exaltaban los pequeños placeres domésticos y la belleza del paisaje. Los temas son la exaltación superficial del amor, el goce de la juventud, etc.
La escuela salamantina se caracteriza por el aprecio de la poesía clásica de Garcilaso y Fray Luis de León, la preocupación por la pureza del lenguaje y, la presencia de temas mitológicos, amorosos y pastoriles, pero en un tono más serio que la lírica anacreóntica. Entre sus representantes destaca Juan Meléndez Valdés.
Los poetas de la escuela sevillana intentaron oponer al prosaísmo reinante la aristocrática elegancia de la prosa andaluza del Renacimiento y del Barroco. Entre sus representantes cabe destacar a José María Blanco, “White”.
La narrativa casi desaparece de España durante este periodo; cabe citar la Vida de Torres Villarroel, o la larga novela satírica Fray Gerundio de Campazas, del padre Isla. El ensayo es el género dominante. Esta prosa educativa y doctrinal revela un deseo de acercarse a la reforma de costumbres, como demuestra su carácter satírico y el esquema epistolar. Una de las figuras destacables de este periodo fue Feijoo, quien, con el Teatro crítico universal y con las Cartas eruditas y curiosas, se adentró en numerosos temas culturales y sociales, en los que hizo compatible el racionalismo con la fe cristiana. José Cadalso, con Cartas marruecas y Gaspar Melchor de Jovellanos con Informe sobre el expediente de la ley agraria son los mejores exponentes del espíritu ilustrado. En la primera, un viajero, Gazel, observa las costumbres del país que visita (España) y cuenta en cartas a su maestro Ben-Beley en Marruecos todo lo que le sorprende. En la segunda se propone una reforma de la propiedad. Su gran temática fue España, lo que se reflejó en escritos que muestran un claro afán reformista y en cierto modo prefiguran el talante crítico de Larra. Otra modalidad de gran influencia en esta época fueron los periódicos, como “El Correo de Madrid”, que contribuyeron a difundir en España las teorías y las ideas del momento, asentando los principios de la Ilustración.
El teatro se convertirá durante la segunda mitad del siglo en uno de los vehículos favoritos de los ilustrados para intentar la modernización de la sociedad.
La Comedia Neoclásica fue la modalidad dramática genuina de este periodo, que representa a la perfección el espíritu ilustrado en los escenarios. En cuanto a su estructura dramática, se ajustaba al modelo de la comedia preconizado por Ignacio de Luzán en su Poética: la obra se desarrolla en un mismo lugar; no hay acontecimientos secundarios que distraigan la atención del desarrollo de la acción dramática; los hechos se desarrollan en un período de tiempo inferior a un día. Leandro Fernández de Moratín es el más importante comediógrafo del siglo XVIII, con piezas tan relevantes como El sí de las niñas.
La Tragedia Neoclásica obedecía al intento de crear una tradición trágica basada en temas nacionales, en la que el héroe se convirtiera en un ejemplo para la comunidad. Se trata en ellas el tema de la libertad. Cabe destacar Raquel, de Vicente García de la Huerta.
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