Antes de que los soldados de Roma desembarcaran en la Península Ibérica, existían en ella una gran diversidad de pueblos, cada uno de los cuales hablaba una lengua propia. Algunos pueblos prerromanos que habitaban la Península eran los celtas y los vascos. Junto a ellos, unos pueblos colonizadores que habían fundado una serie de colonias por la costa Mediterránea como los fenicios, los griegos y los cartagineses (conservaban la lengua de su lugar de origen). La conquista de Hispania por parte de Roma significó la unificación lingüística del territorio peninsular y su incorporación al Imperio. Supuso al mismo tiempo la desaparición total de culturas anteriores por la implantación del latín. Los invasores romanos no imponían de forma radical su lengua a los pueblos conquistados. Las ventajas propis de un único idioma ganaron terrero y los nativos fueron abandonando su lengua anterior para emplear el latín en casi todos los ámbitos de la vida. La romanización comenzó en la con la llegada de los primeros conquistadores provenientes de la península Itálica a finales del siglo III a.C. y se completo en el siglo I d.C. Pronto el latín que se hablaba en cada una de las zonas del Imperio comenzó a diferenciarse frente al de otros lugares.
En el siglo V d.C. se produjo la caída del Imperio romano, con las invasiones de una serie de pueblos germánicos (centro y este de Europa). Dos oleadas: la primera (suevos, vándalos y alanos) que tuvo como consecuencia la ruptura de la unidad lingüística. En una segunda oleada penetraron los visigodos, que significó una nueva etapa de unificación territorial, jurídica y cultural, pero no lingüística.
Con la invasión árabe (711) prácticamente toda la Península fue ocupada, excepto algunas zonas de las montañas del Norte. El contacto con la cultura de los árabes permitió la entrada en España de más de 4000 palabras.
Durante el período de aislamiento de los distintos reinos visigodos a causa de la invasión árabe, se fueron desarrollando los diferentes dialectos del latín, como por ejemplo el asturleonés o el gallego portugués. A ellos hay que añadir un dialecto procedente del latín que hablaban los habitantes de Hispania invadida por los árabes, el mozárabe (carácter arcaitante).
El castellano nació en el condado de Castilla. Las primeras palabras escritas en el denominado castellano son del siglo X y son las glosas (Glosas Silenses y Glosas Emilionenes), breves aclaraciones que aparecen escritas al margen de los textos latinos.
Los textos conservados que siguen cronológicamente a las glosas eminencia todavía una gran vacilación lingüística (siglo XI – XII). El pequeño reino castellano se desarrollo con una gran rapidez y su impulso bélico lo llegó a extenderse hasta el sur. Algunas características son pérdida de la constante g- inicial latina ante e,i atonas, (gelatum (helado)) y palatización en ch del grupo consonántico ct latino (nocte (noche)).
La etapa inicial de vacilación y falta de uniformidad de la lengua castellana termina en el siglo XII con Alfonso X el Sabio. Su labor lingüística se puede resumir en el aspecto ortográfico (correspondencia casi perfecta entre letras y fonemas), en el plano léxico amplió de forma importante el vocabulario castellano, y en el plano sintáctico dotó al castellano de unas estructuras oracionales complejas.
La invención de la imprenta en el siglo XV ayudo en gran medida en la difusión de la lengua. La publicación a finales del siglo XV de la Gramática castellana de Nebrija pone de relieve el grado de madurez de esta lengua.
La etapa inicial de vacilación y falta de uniformidad de la lengua castellana termina en el siglo XII con Alfonso X el Sabio. Su labor lingüística se puede resumir en el aspecto ortográfico (correspondencia casi perfecta entre letras y fonemas), en el plano léxico amplió de forma importante el vocabulario castellano, y en el plano sintáctico dotó al castellano de unas estructuras oracionales complejas.
La invención de la imprenta en el siglo XV ayudo en gran medida en la difusión de la lengua. La publicación a finales del siglo XV de la Gramática castellana de Nebrija pone de relieve el grado de madurez de esta lengua.
En el siglo XVI culmina a un proceso de transformaciones fónicas en el sistema de la lengua castellana (castellano clásico). Algunas transformaciones son pérdida de la distinción de las articulaciones de la grafía x y de la j.
Con el XVIII da comienzo una época de importancia decisiva en la unificación y modernización de nuestra lengua (se funda la RAE). Algunas características desde el punto de vista ortográfico son: se suprime la distinción entre doble s y s, y desde el punto de vista léxico, entran en nuestra lengua numerosos galicismos.
Con el XVIII da comienzo una época de importancia decisiva en la unificación y modernización de nuestra lengua (se funda la RAE). Algunas características desde el punto de vista ortográfico son: se suprime la distinción entre doble s y s, y desde el punto de vista léxico, entran en nuestra lengua numerosos galicismos.
La lengua fijada en este siglo es a grandes rasgos la que se mantiene en los dos siglos posteriores. Los rasgos propios de esta época son: en el plano fónico se generaliza el seseo, en el plano morfológico continua la pugna entre leísmo y laísmo, y en el plano léxico hay que resaltar la constante creación de neologismos.
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